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Academia Quintus
Ser estricto te hace libre, no al contrario

Hay personas que creen que son libres porque hacen siempre lo que les viene en gana.
Comen lo que les pide el cuerpo.
Ven lo que les apetece en cuanto sienten la tentación.
Compran lo que les llama la atención.
Dicen que sí a cada impulso.
Y piensan que eso es “vivir sin cadenas”.
Pero si observas con calma, verás algo curioso:
En realidad, no están decidiendo nada.
Son sus emociones, sus ganas del momento, su deseo inmediato… quienes toman las decisiones por ellos.
Esa persona que vive “como quiere” no es libre, solo está obedeciendo a sus impulsos. En otras palabras: es esclava de sus emociones.
Un barco que cree que elige su rumbo, pero en realidad solo sigue la corriente.
La disciplina es lo contrario a lo que parece
Mucha gente cree que ser disciplinado es renunciar a lo bueno de la vida.
Que es decir “no” a todo lo divertido, que es vivir con limitaciones, que es sacrificar placer tras placer.
Pero es completamente al revés:
La disciplina no es una prisión.
La disciplina es capacidad de elección.
Y donde no hay capacidad de elegir… no hay libertad.
El gesto más libre del mundo es un “no” voluntario
Imagina esta escena:
Estás en un restaurante.
Llega el camarero con un postre enorme.
Una tarta de queso espectacular.
Y al mirar esa tarta, sientes que te apetece.
El cuerpo te dice que sí.
Tus ganas te dicen que sí.
Pero tú dices: “no”.
La gente con la que has ido a comer te mira pensando: “pobre, no se permite a su mismo disfrutar de la vida.“
Pero es todo lo contrario:
Ese “no” no es una renuncia.
Ese “no” es una declaración de libertad.
Es un “decido yo”.
Un “no me manda mi impulso”.
Un “soy más grande que mi deseo de ahora mismo”.
Ese instante, ese segundo exacto en el que dices “no”, es uno de los mayores gestos de libertad que puedes experimentar.
No porque sea moralmente superior, ni porque esté prohibido disfrutar.
Sino porque elegiste tú.
No lo eligió por ti la emoción del momento.
La indisciplina no es libertad, es reacción.
Quien dice sí a todo lo que le apetece… no está siendo libre.
Está siendo encadenado por tus sentimientos.
Si cada tentación te mueve, ¿eres tú quien decide?
Si cada impulso te gobierna, ¿quién está al mando?
Si tus emociones mandan más que tú, ¿quién es el dueño de tu vida?
La persona sin disciplina vive persiguiendo deseos a corto plazo. Y puede tener como consecuencias:
Mala salud
Falta de tiempo
Falta de claridad
Agobio constante
Decisiones impulsivas
Remordimiento
Sensación de descontrol
Ansiedad
Vacío por falta de propósito
Y eso es lo más alejado de la libertad que se puede estar.
La disciplina, en cambio, te libera de la tiranía emocional
Porque:
Te permite actuar según lo que quieres a largo plazo
Te ahorra arrepentimientos futuros
Te ahorra energía mental
Te acerca a la persona que quieres ser
Te da coherencia interna
Te da propósito
Te da dirección
Y cuando tienes dirección, elegir lo correcto es más fácil.
Y cuando elegir lo correcto es más fácil, te sientes más ligero.
Y cuando te sientes más ligero… eres más libre.
El estoicismo lleva dos mil años diciéndonoslo.
Desde hace siglos y siglos, el estoicismo lleva por bandera una idea sencilla pero super poderosa:
“La libertad empieza cuando dejas de ser esclavo de tus impulsos.”
Y no por cuestión de “aguantar”.
Ni por hacerse el duro, ni quedar por encima de nadie.
Es cuestión de recuperar la capacidad de decidir, por respeto a uno mismo.
Estoy seguro de que tienes ganas de mejorar (sino no estarías leyendo esto) y que tienes una transformación en mente… ya sea física, espiritual, querer montar tu propio negocio, querer mejorar en las finanzas, aprender a calmarte… lo que sea.
Pongamos que quieres dejar de sentir tanta ansiedad:
Si a la mínima oportunidad te pones a mirar las redes sociales, a corto plazo vas a estar entretenido, pero cuando pase un rato, tu ansiedad subirá por las nubes porque sientes que no has hecho nada, que has perdido el tiempo.
Precisamente el “no” que debes decir, te protege de eso. Te hace libre.
Y te permite ir dando pasos cada día hasta la versión de ti que quieres.
Tres formas prácticas de entrenar esta libertad
1. Di un “no” cada día
Un “no” pequeño:
A un dulce
Al móvil
A comprar algo que no necesitas
A una distracción
A dejarlo para mañana
Es una forma de revelarte contra la tiranía de tus emociones y recordarte que quien manda eres tú.
2. Ten un “sí” más grande al que apuntar
Es más fácil rechazar un impulso cuando sabes para qué lo estás rechazando.
Un objetivo claro hace más liviano cualquier sacrificio.
Rechazar un dulce se hace más fácil si tienes en mente que el motivo de ese rechazo es que el verano de 2026 vas a tener el físico que siempre quisiste.
3. Haz que la disciplina sea lo más simple posible
La libertad no está en luchar contra tus ganas cada día. Está en diseñar tu entorno para que lo difícil sea no elegir lo que quieres de verdad.
Esto ya lo hemos hablado en profundidad en mails anteriores, pero a modo de recordatorio consiste en:
Menos tentaciones visibles.
Más decisiones tomadas por adelantado.
Más hábitos con fricción mínima.
Cuando el camino está despejado, la disciplina se convierte en algo natural.
Última reflexión
La gente cree que la libertad es decir sí a todo. Pero la libertad real es saber cuándo decir que no.
La libertad no es tener mil opciones.
La libertad es tener la capacidad de elegir la que te hace mejor.
Y esa capacidad, como casi todo en esta vida, se entrena y se desarrolla.
Esa disciplina se construye y se fortalece con tus actos conscientes, con tus decisiones.
Hay esperanza para todo el mundo, incluido tú. Porque sí, tú tienes la capacidad para mejorar.
Y si te lo propones de verdad y trabajas para conseguirlo, no tengo ninguna duda de que lo lograrás.
Tardarás más o tardarás menos, pero lo conseguirás.
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