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No tengas miedo a fallar
Los fallos son los ladrillos del éxito
Todo el mundo quiere crecer.
Todo el mundo quiere ser mejor.
Todo el mundo quiere avanzar.
Y casi todo el mundo se paraliza cuando falla.
¿Por qué?
Porque seguimos pensando que fallar es señal de que algo va mal.
Como si fuera una alarma. Una prueba de que “esto no es para ti”.
Lo tomamos casi como una señal divina de que deberías dejarlo.
Pero no.
Fallar no es un error en el proceso. Es el proceso.
Y para ilustrarlo, te contaré cómo un fallo que tuve, al final me llevó a crear Academia Quintus.
El crecimiento requiere fallar de la misma forma que ganar músculo requiere esfuerzo
¿Quieres más músculo?
Vas al gimnasio.
Levantas peso.
El músculo se rompe (literalmente).
Después se repara más fuerte y es en ese proceso de reparación cuando crece.
¿Y si no hay ruptura?
No hay crecimiento.
Ahora pásalo al terreno personal:
¿Quieres fuerza mental y emocional?
Tienes que pasar por fallos.
Microrroturas de ego, expectativas, ideas equivocadas.
Y luego, cuando te recuperas… te haces más fuerte.
No hay otra forma.
Pero claro, eso no lo cuentan en Instagram.
Ahí todo es bonito.
Todos son personas de éxito que “escucharon a su intuición” y les fue de maravilla.
Nadie publica su décima cagada consecutiva.
Nadie presume de su ansiedad existencial por no saber qué c*ño está haciendo.
Y como tú solo ves la cara bonita del éxito y no ves esos fallos ajenos, te crees que eres el único que los tiene.
Que estás yendo lento.
Que “algo estás haciendo mal”.
Y sí: estás haciendo algo mal.
Estás creyendo que no deberías fallar.
El fallo no es opcional, es obligatorio.
¿Quieres ejemplos?
El que monta un negocio y no la caga en nada… es porque nunca abrió la persiana.
El que va al gimnasio y no tiene agujetas… es porque fue una vez y se hizo una foto.
El que empieza a escribir, graba un podcast o lanza un canal de YouTube y no se avergüenza de sus primeras versiones… es porque nunca las hizo.
Lo incómodo es donde ocurre lo valioso.
El fallo, el tropiezo, el “esto ha salido fatal” es parte del entrenamiento.
¿Entonces todo vale? ¿Hay que celebrar el fallo?
No, tampoco vamos a romantizarlo.
Fallar es una m*erda.
Te duele.
Te hace sentir torpe, lento, incapaz.
Pero si lo aprovechas, si no sales corriendo, si no usas el fallo como excusa para dejarlo… Se convierte en tu herramienta de mejora.
¿Y si lo que te da miedo no es el fallo… sino verte fallar?
Esto es más común de lo que parece.
No es tanto el error lo que paraliza… sino verte a ti mismo como si fueras un principiante.
Ver que no eres tan listo.
Que no sabes tanto como creías.
Que eso que planeaste no funciona.
Que no impresionas a nadie.
Y eso… toca el ego.
Pero spoiler: el ego no es tu aliado.
Es tu freno de mano.
Cuanto antes lo sueltes, antes empezarás a avanzar de verdad.
¿Y sabes qué pasa cuando empiezas a fallar en serio?
Te haces resistente.
Empiezas a conocer mejor tus límites.
Empiezas a reírte de cosas que antes te hundían.
Empiezas a notar que, aunque te vuelvas a caer… ya sabes cómo levantarte sin drama.
Y en ese punto, los fallos dejan de doler tanto.
Y el crecimiento… se vuelve inevitable.
¿Quieres crecer? Aquí va el método.
No es glamuroso pero funciona:
1. Haz cosas que te incomoden un poco más de lo que te gustaría
No hablo de tirarte en paracaídas ni de hacer ayuno de 72 horas.
Hablo de enviar ese correo.
Probar ese proyecto.
Pedir ese feedback.
Intentar eso que te da vergüenza cagarla.
Se trata de empezar a salir de tu burbuja, de empezar a comprender que tu zona de confort no es un refugio seguro, sino una cárcel que impide desarrollarte. Una jaula con los barrotes de oro, nada más.
2. Cuando falles, apunta exactamente por qué crees que pasó. Aprende de mi experiencia.
No te limites a pensar “soy un desastre”.
Eso no sirve.
Anota:
Qué intentaste
Qué resultado obtuviste
Qué esperabas
Qué has aprendido de ese fallo
Qué vas a hacer diferente la próxima vez
Ese cuaderno, con errores y aprendizajes, vale más que la mayoría de los cursos.
Te voy a contar una fallo mío que en su día me dolió, pero cuando comprendí su enseñanza, me ha servido para crecer tanto que me ha llevado a crear Academia Quintus.
Hace un año y medio decidí hacer un grupo en Discord para creadores en X. Mi intención era guiar a cuentas pequeñas a crecer en X mandándole tareas, explicándole cómo crear posts que enganchasen al lector, diciéndole con qué cuestas de su nicho tenían que interactuar… ese tipo de cosas. Y conseguí que se metieran unas 30 personas.
Desde los primeros días la inmensa mayoría de personas empezaron a no hacer las tareas, a no ser constantes, a no esforzarse.
Finalmente decidí cerrar el grupo porque no estaba contento y me fastidió que no hubiese funcionado.
Pero apunté en una libreta los aprendizajes que podía sacar de ese error y te puedo asegurar que es una de las mejores cosas que me han pasado.
Y gracias a aplicar las enseñanzas de ese fallo, aprendí a escribir y maquetar ebooks (mi primer ebook es sobre crecer en X, si lo quieres respóndeme a este mail) y con el tiempo me llevó a crear Academia Quintus, que afortunadamente está yendo genial.
De aquí, las conclusiones que saco son dos:
No hay que tener miedo a fallar: los fallos son los ladrillos que construyen el edifico del éxito.
Lo que no se mide no se puede mejorar: Examina tus fallos, extrae aprendizajes y aplícalos la próxima vez.
Por cierto, si alguno de vosotros quiere crecer en X, que me responda a este mail y le diré cómo meter el turbo en su cuenta.
3. Hazlo otra vez, mejor, más rápido, sin drama.
Repetición consciente.
Esa es la diferencia entre los que crecen y los que se quejan.
Lógicamente nadie quiere fallar.
Es incómodo.
Te enfrenta contigo mismo.
Te deja expuesto.
Pero es justo ahí donde pasa la magia.
Los fallos son el mejor profesor que encontrarás jamás.
Última reflexión
No esperes a sentirte preparado.
No esperes a que tu primera vez salga bien.
No esperes a que se te pase el miedo a fallar, porque nunca se te va a pasar. Pero sí aprenderás a tolerarlo, y cuando vuelvas a fallar, sabrás sacar enseñanzas aplicables.
Hazlo mal.
Hazlo feo.
Hazlo con dudas.
Hazlo con miedo.
Pero hazlo ahora.
Porque nadie se vuelve fuerte evitando el dolor.
Y nadie crece esquivando lo incómodo.
En lo incómodo es donde ocurre lo valioso.

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