Esto no te dolerá hoy

Pero sí te dolerá mañana

“El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones.”

- San Bernardo de Claraval

El agua estaba en su punto, ni muy caliente ni muy fría.

De hecho, era tan apetecible, que resistirse a darse un baño era prácticamente imposible.

Primero entró un pie, después el otro.

Sentarse, apoyar la espalda y extender los brazos por el borde fue casi instintivo.

La rana, que se había metido en la olla llena de agua con esa temperatura tan agradable, se iba acomodando más y más.

Sin embargo, el agua iba subiendo de temperatura de forma casi imperceptible, pero imparable.

Subió un grado y la rana seguía disfrutando de su baño.

Subió dos grados más y la rana no se daba cuenta

Subió seis grados más y la rana empezó a sentir cierta incomodidad.

Subió diez grados y la rana ya se encontraba muy dolorida.

Ante esa sensación, intentó ponerse de pie y salir de la olla, pero se estremeció al ver que su cuerpo no le respondía.

La suerte de la rana ya estaba echada. Cuando se dio cuenta de su situación, era demasiado tarde para actuar.

Y su inevitable final, encarnado en una figura con ropas negras y una guadaña, fue a reclamar lo que desde ese mismo momento, ya era suyo.

Pocas historias hay como esta de la rana hervida: tan sencillas y cortas… pero increíblemente poderosas.

Hoy hablaré de esto, de si tú eres uno de los personajes de este cuento.

Y si te gusta el mail, mira la imagen que te pongo al final. Gracias.

¿Y si tú eres esa rana?

No te lo digo con ánimo de juzgarte, te lo digo porque esa olla realmente existe.

Y es más común de lo que crees. Todos tenemos una.

🫖 La olla es ese trabajo que no odias del todo, pero tampoco te llena.
🫖 Esa relación que no te hace daño, pero tampoco te aporta nada bueno.
🫖 Esa rutina que no te destruye, pero tampoco te construye.

Y tú, como la rana, vas aguantando. Piensas:

“No está tan mal”.
“Podría ser peor”.
“Ya pasará”.

El problema es que el calor de tu olla sube lentamente.

Y mientras esperas a que algo externo lo resuelva… te estás cociendo poco a poco.

Pero implacablemente.

El peligro no siempre es obvio

Nos han enseñado a huir del dolor, a evitarlo a toda cosa.

Cualquier cosa que pueda suponer un mínimo malestar, debe ser eliminada.

Uno de los ejemplos más ilustrativos lo encontramos en las entregas de trofeos y medallas.

Hoy en día, todos los niños reciben su trofeo aunque hayan quedado últimos.

La intención es aparentemente buena: se quiere evitar que el niño perdedor no se sienta mal por haber perdido.

Pero como se suele decir: el infierno está lleno de buenas intenciones.

Cosas como esas crean que los perdedores no aprendan de sus fracasos, y que los ganadores no vean nada especial en ganar. Cosas como esas crean mediocridad.

Fomentan ese ambiente mediocre que se puede representar mediante la olla de agua que se calienta gradualmente.

Y eso es muy peligroso, porque esa incomodidad leve pero progresiva, no hace ruido.

No grita, no te obliga a reaccionar.

Solo te adormece… Hasta que un día despiertas sin energía, sin propósito, sin dirección.

Como la rana.

¿Cómo saber si estás dentro de la olla?

Aquí van algunas señales:

  • Te quejas más de lo que actúas.

  • Sientes que algo no va bien, pero no sabes exactamente qué.

  • Te cuesta ilusionarte por el futuro (esta es absolutamente clave).

  • Vas en piloto automático.

  • Te dices que “ya cambiarás” que “ya habrá tiempo para mejorar”... pero no mueves un dedo.

Si algo de esto resuena contigo, no te asustes.

No estás cocido.

Aún.

Pero puede que el agua ya esté más caliente de lo que debería, pero al menos te estás dando cuenta de ello.

¿Qué puedes hacer?

🐸 1. Mide la temperatura real.
Sé honesto contigo. ¿Esto que estás viviendo… te está sumando o restando?

🐸 2. Deja de “aguantar”.
Aguantar no sin motivo no es fortaleza. Es inmovilidad disfrazada.

🐸 3. Aprende a saltar antes de quemarte.
No necesitas tocar fondo para cambiar. Solo necesitas decidir que ya basta.

🐸 4. Rodéate de gente que no vive en ollas.
Las personas con estándares más altos te muestran que es posible vivir mejor.
Más libre, más enfocado, más despierto.

Lo importante no es si estás dentro…

Lo importante es si te estás quedando por costumbre.

Hay personas que viven décadas en “agua hirviendo” emocional, profesional o existencial… sin darse cuenta.

Porque la olla tiene un gran poder: te acostumbra.

Pero tú puedes hacer algo que la rana no pudo: saltar.

Saltar hacia una vida donde no tengas que normalizar lo que en el fondo te destruye.

Donde no confundas comodidad con bienestar.

Hoy no te pido que hagas una revolución en tu vida, solo te invito a tocar el agua.

Pregúntate si la temperatura está bien… o si hace algún tiempo que te estás quemando sin darte cuenta.

Y si descubres que sí, que algo dentro de ti lleva tiempo hirviendo,

Haz lo que haría una rana que ha aprendido la lección:

Salta fuera de la olla.

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